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La alternancia en Zacatecas y la dignidad política

Manuel Ibarra Santos

La lucha política en Zacatecas, a seis meses de los próximos comicios, sigue apuntalando la construcción del horizonte probable y nada remoto, del escenario de la segunda alternancia hacia el polo de la izquierda, después de la primera experiencia registrada en 1998, que se convirtió en un fenómeno emblemático, a nivel local y nacional. Una vez más nuestro Estado será parte en el 2021, de un gran laboratorio del cambio.

Existen condiciones históricas concretas que, hoy en día, están ejerciendo una fuerte presión social para dinamitar la línea de la continuidad y auspiciar, al contrario, la instalación en los rieles del cambio, el motor de la alternancia.

Los factores que están aceitando la maquinaria de la alternancia se asocian a la percepción ciudadana de rechazo a las políticas ineficaces de reactivación económica y generación de empleo, que han fracasado en los más recientes años, a la caída estrepitosa del producto interno bruto y a la incapacidad mostrada en el combate de la inseguridad. Estos elementos solo han sumado circunstancias negativas, para ahondar los niveles de pobreza social.

La sociedad demanda, pública o calladamente, el cambio de rumbo. Por si fuera poco, la forma como se ha enfrentado la emergencia sanitaria en lo local, ha sido cuestionada y ha levantado críticas al proyecto de la continuidad política.

Adicionalmente a ello, existe otro componente digno de tomar en cuenta: el PRI perdió en el 2018, <con la derrota en la presidencia de la República>, el control del monopolio político de negociación de posiciones electorales en el país y en los Estados. Ese factor le permitió en las sucesiones 2010 y 2016 en Zacatecas, imponer gobernadores, con el apoyo decidido de Enrique Peña Nieto. Pero ahora ya no tienen esa palanca de respaldo.

En la perspectiva del 2021, quien impacte en el imaginario colectivo, con una propuesta de alternativa de cambio en la sucesión, será quien finalmente conquiste el poder en la entidad.

Por lo pronto, dos grandes bloques de fuerzas políticas se han constituido para competir en las elecciones 20/21 en Zacatecas, y una de ellas la encabeza David Monreal, quien arropado por un conjunto de fuerzas ciudadanas y de partidos de izquierda y centro izquierda, ha formulado ya una plataforma ideológica de cambio, alternancia y transformación.

Incluso ese núcleo de fuerzas que ha devenido en un gran movimiento social, cuenta con una amplia red de estructuras de apoyo. Por ejemplo, en los principales ocho municipios de la entidad, -sin olvidar las regiones de la periferia- en donde se concentra más del 60 por ciento de los electores, se ha consolidado su presencia. Eso pasa, también, por la hegemonía que ostentan en el corredor urbano Guadalupe-Zacatecas-Fresnillo.

Por cierto, David Monreal acaba de publicar su libro <Zacatecas, Una Esperanza>, que se constituye en documento programático de ideas para impulsar el cambio en la entidad.

Estas elecciones serán inéditas en la historia política de Zacatecas, porque en principio se trascenderá de un pluralismo extremo y atomizado, a un pluralismo moderado de corte dualista (como bien lo caracterizó Giovanni Sartori, en sus obras políticas), en donde la competencia se procesará a través de la participación de dos grandes bloques partidarios.

Ese fenómeno está poniendo en perspectiva la creación de un nuevo sistema de partidos, que debiese colocar el acento más en la atención de los problemas ciudadanos y menos en la formación de oligarquías insensibles ante los problemas del pueblo.

Ese renovado esquema está en ciernes y algunos actores políticos no lo han entendido, incluyendo a muchos cuadros dirigentes de MORENA que, se han abocado a la defensa mezquina de sus intereses personales. Pero eso poco importa, en razón a que la propia emergente dinámica les aplastará.

López Obrador se ha propuesto reconfigurar el sistema nacional de partidos y poner fin a la historia de las tradiciones de partido único, dominante y mayoritario. Es decir, le apuesta a liquidar el anacrónico modelo del PRI, inaugurado por Plutarco Elías Calles en 1929, consolidado por Lázaro Cárdenas en 1935, continuado por Miguel Alemán (1946) y profundizado (o degradado) por Salinas de Gortari.

Y AMLO busca aterrizar en los hechos concretos, un sistema de partidos que sirva a la gente y no que sea utilizado como mecanismo de formación de oligarquías soberbias e insensibles que se han enriquecido con los dineros del pueblo, como ha sucedido a la fecha.

MORENA tendrá que entender, por lo tanto, el nuevo rol que deberá jugar como partido responsable de la reconstrucción del régimen político mexicano. Sólo los testarudos y miserables no lo comprenderán.

AMLO y MORENA arriban a estos comicios con antiguos y nuevos aliados históricos para competir y sentar las bases del nuevo régimen. Al menos seis partidos operarán en esa alianza histórica.

En la oposición pocos han comprendido la necesidad del cambio de modelo y muchos van únicamente por el rescate y defensa de sus privilegios.

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