Fray Margil contra el Demonio
Los antiguos pasillos del Colegio Apostólico de Propaganda Fide de nuestra señora de Guadalupe, encierran historias místicas de sus antiguos moradores, entre el eco de rezos y penitencias, dejaron leyendas, entre sus protagonistas están el mismísimo fray Antonio Margil de Jesús, fundador del convento.
Cuenta la tradición, que un día del año de 1723, yendo la comunidad de religiosos franciscanos enfilados rumbo al coro para rezar a la medianoche la primera hora canónica del oficio divino llamado maitines, entre la incierta luz crepuscular y la refulgencia de las velas que llevaban en las manos los frailes, en el claustro alto frente a la escalera regia justo al pie del cuadro monumental de San Cristóbal pintado por Nicolás Rodríguez Juárez, se presentó el demonio en forma de un león que rugía enfurecido y de sus ojos salían los destellos de fuego de Moloch y de Satanás.
Los frailes aterrorizados, se vieron impedidos en dar un paso adelante, y en medio de la confusión, trataban de replegarse. Pronto el temor invadió a todos los que contemplaban a la bestia que asechaba echarse sobre ellos.
Extrañado el padre fray Antonio Margil de Jesús de que el contingente se detuviera por marchar éste al final de la fila y la alarma entre los religiosos, llegó al punto preciso para encontrarse y luchar cuerpo a cuerpo con la amenazadora fiera y arrojarla por los escalones.
El demonio en forma de león, cayó entre los escalones, dejando entre las losas de cantera la huella de sus garras. Fray Margil bajó al descanso de la monumental escalinata, sacando el crucifijo que le pendía del pecho sobre el hábito, lo mostró a la fiera y pronunció en latín el ritual de exorcismo, mientras tanto, el león desprendía humo que llenó de niebla el lugar. ¡En el nombre de Dios Padre Todopoderoso, conjúrote por la eternidad en piedra!, pronunció el fraile.
El león endemoniado se convirtió en piedra, para mantener la figura conjurada dentro del convento y evitar que algún día vuelva a tomar vida, fray Margil decidió que colocarán la bestia pétrea en el arranque del pasamanos de la escalera, justo enfrente de la loseta arañada por sus garras. Se dice que cuando sucedía alguna calamidad dentro del monasterio o en la Villa de Guadalupe, los franciscanos cada vez que iban a rezar al coro, volvían a repetir el conjuro sobre el demonio en forma de león, para evitar que pueda escapar de su encierro dentro del claustro y perturbe la tranquilidad del convento y de los fieles del pueblo.
Fotografía y texto original recibido el 16 de octubre del 2020 a las 22:29Hrs.